viernes, 13 de noviembre de 2015

LA PARRA DE UVAS Y LA MUERTE

El cuento de "La Parra de Uvas y la Muerte". Don Francisco afirma que había un anciano que tenía como toda fortuna doce centavos, con los que compró tres panes blancos, ya que se encontraba muy hambriento. Pronto apareció un niño quien le pidió un pan, el hombre se lo dio de buena gana. Luego, regaló su segundo pan a una vieja y el tercero a otro anciano. Viendo que se habían terminado sus panes, el señor se disponía a buscar raíces para comer, cuando se le apareció el anciano a quien le había obsequiado un pan. Este anciano le regaló el costal de los deseos. Con este costal el hombre pudo comerse un canasto de quesadillas y pescados fritos.
El niño, a quien él también había dado un pan, lo gratificó concediéndole una mágica parra de uvas que tenía la virtud de que aquél que se subiera en ella no podría bajarse.

 Por último, la vieja le concedió vida eterna, o, bien, tener el privilegio de morirse en el momento deseado. Al tiempo, el diablo y San Pedro discutían porque el primero quería llevarse al anciano a los infiernos y el segundo deseaba que siguiera viviendo. Entonces el diablo bajó a la tierra a traer al anciano; en seguida éste ordenó al costal encerrarlo. Cuando el diablo estuvo encerrado, el anciano le dio tal apaleada que ya no le dieron ganas de regresar y se quedó en el infierno.

Luego, la muerte decidió llevarse al anciano; llegó a su casa, tocó a la puerta e informó que llegaba a traerle. El anciano entonces dejó pasar a la muerte y la invitó a comer uvas. Cuando la muerte se subió a la parra y después quizo bajar, ya no pudo y así el mundo pasó sin muertos durante algún tiempo. Al fin el anciano dejó bajar a la muerte y ésta se fue.

Pasaron los años y el anciano deseó morirse, entonces bajó al infierno y el diablo al reconocerlo no le dejó entrar. Entonces se fue al cielo con San Pedro, quien tampoco lo dejó pasar, pues había dejado a la muerte atrapada años antes. Entonces el anciano se dirigió al Padre Eterno quien si le dejó entrar a la gloria, ya que ese hombre le había dado pan en la tierra.

EL CABALLO DE CORTES


Uno de los cuentos más arraigados en Petén es la del Caballo de Cortés, que se escucha en los pueblos del lago como San Miguel y Santa Elena. Cuentan que cuando Hernán Cortés, en los tiempos de la Conquista de México y Guatemala, dirigía su expedición hacia Honduras, y cuando pasó por las márgenes del lago Petén Itzá; como iba "muy cansado y agotado", dejó recomendado su caballo a los Itza'es del Señorío del Rey Caneck.
Cortés ya no regresó a México por esa ruta, y el caballo se quedó con los itza'es, pero el animal se murió de tristeza porque ellos le daban de comer flores y plumas preciosas, y no lo sacaban a pasear. Los indígenas con la pena de quedar mal con Cortés, construyeron uno de piedra, "igualito y del mismo color".

El caballo quedó entre los itza'es, quienes lo adoraron como deidad. Pero una vez que querían trasladarlo de la punta del Nij Tum cerca de San Andrés, hacia la Isla de Flores; la balsa donde lo llevaban dio vuelta, el caballo cayó al agua y quedó parado en el fondo del lago. Los lancheros dicen que el caballo está todavía ahí, frente a Tayasal, es decir, frente a la Isla de Flores, y puede ser visto en las mañanas claras.
Los lancheros de San Benito cuentan que han escuchado los relinchos del caballo en las noches del Día de San Juan, y que se oyen sus pasos en el fondo del lago. Los habitantes de la aldea El Remate, dicen que debido a las flores que le dieron al caballo, a la isla se le dio el nombre de Flores.

EL CANTO DE LA FLOR DE AMATE



El Progreso-Guastatoya don Domingo Castillo, "contador de maravillas", de la aldea Casas Viejas, narra el cuento "El Canto de la Flor del Amate", muy difundido y vigente en todo el departamento. Asegura don Domingo Castillo que ese palo es encantado y nunca da flor, pero cuando le entra el encanto si florece. "El encanto sólo se abre la noche de la víspera del Día de San Juan y es necesario que haya luna llena. El hombre o la mujer deben llegar al pie del árbol a las doce de la noche para que les caiga el encanto". Y si al Encanto del Árbol le cae bien la gente, les deja caer una flor y con ello los vuelve "suertudos en el amor y con mucho dinero".

EL HERMANO PEDRO

En la ciudad de Antigua se recuerda a un personaje que vivió en ella hace tres siglos, el Hermano Pedro, descrito por su contemporáneo, el franciscano Fernando Espino, como de rostro aguileño, frente espaciosa, nariz afilada, barba aguda, ojos modestamente alegres, pelo castaño y rubio el de la barba .

Un grueso expediente de más de 30 centímetros de centenarios legajos, cubierto por una tela que aún conserva el sello eclesiástico y que se encuentra en el Archivo Arquidiocesano de la capital, guarda las historias de uno de los hombres más queridos de la ciudad de Santiago de Guatemala, Pedro de Bethancourt.
Pero el recuerdo de este personaje no se limita a viejos expedientes presentados para su elevación a los altares, su memoria se guarda y venera en los corazones de muchos guatemaltecos y extranjeros que le agradecen haber obtenido una gracia especial, generalmente la recuperación de una dolencia física.

Así es que, cuando el visitante penetra en el templo franciscano puede notar que la nave principal está casi vacía, mientras que la lateral cuenta con numerosas visitas, muchas candelas encendidas, gran cantidad de exvotos, placas y muestras de agradecimiento, justo en el sepulcro del que fuera el terciario más famoso. Ante tantas muestras de cariño, el visitante no puede dejar de preguntarse ¿quién fue? Su nombre completo era Pedro de San José de Bethancourt y nació en la isla de Tenerife, Canarias, en 1,626. Era hijo, según el cronista Francisco Vásquez, de Ana García y Amador Bethancourt González de la Rosa. Durante su niñez pudo ver la severa religiosidad de su padre, quien acostumbraba practicar ayunos y penitencias. Hasta la edad de 23 años fue pastor en su tierra natal y luego decidió emigrar a las Indias Occidentales, como se conocía entonces a América. Su primer destino fue La Habana, donde trabajó como tejedor. En 1651 llegó a la ciudad de Santiago de Guatemala, hoy Antigua, afectado por una enfermedad, por ello conoció el estado en que se encontraban los hospitales en la ciudad y vio que no existían lugares para que las personas, una vez curadas, pudieran recuperarse para volver a sus actividades productivas. Eso le impulsó a fundar una nueva orden religiosa, la de Betlehem, la primera establecida en las Indias.
Obras y amores
Para conseguir dinero con qué mantener a sus enfermos el Hermano Pedro salía a las calles con una campana repitiendo unas palabras que le hicieron famoso: Acordaos hermanos que un alma tenemos y si la perdemos no la recobramos .

La forma con que atendía a los convalecientes le hicieron célebre como alma generosa, personas de toda condición y origen étnico se beneficiaron de su labor que duró hasta su muerte, ocurrida en 1667. Incluso uno de los presidentes de la Audiencia, Sebastián Álvarez Alfonso Rosica de Caldas, murió en el Hospital de Belén. A Caldas se le seguía un proceso judicial por abuso de poder y corrupción.

Poco después de la muerte del Hermano Pedro sus seguidores iniciaron su proceso de canonización, aunque fue hasta 1980
cuando se le declaró beato.


EL CUENTO DEL VIOLINISTA

No hija, ya te he dicho una y mil veces que Eduardo no te conviene para esposo, no tiene ningún porvenir. Es un bohemio; no es por deseárselo, pero una de tantas va a parar muy mal.... Los regaños constantes torturaban la mente de María del Rosario, que enamorada de Eduardo, le importaban poco sus vicios y lo que de él se dijera.  Estaba dispuesta a llevar hasta el último momento su noviazgo con el apuesto músico que era el motivo de su vida, el hombre que ella realmente amaba con todas la fuerzas de su ser.  Los domingos, cuando los padres de María del Rosario disponían llevarla a sitios de recreo, ella ponía cualquier  pretexto para quedarse en casa, sobornar a la criada y verse a solas con Eduardo.      El muchacho se la ingeniaba para saltar por la  parte trasera de la casa y verse en el amplio jardín con la mujer de sus sueños. Cuando él sabía que los padres no estaban, aprovechaba para llevar su pequeño estuche y sacar el violín para que su amada escuchara lo que el tocaba, con sentimiento y dedicatoria para la mujer que  él amaba intensamente.  Las visitas se sucedieron una tras otra y a pesar de que los padres se seguían 
Oponiendo a las relaciones, ella cada día lo amaba más y más.  Aquel amor platónico llegó a un extremo trágico cuando a Eduardo le negaron definitivamente la amistad de María del Rosario, al enviarla lejos del solar patrio, rumbo a un colegio inglés de donde no regreso jamás.  Eduardo se dedicó a la bebida, llegando al extremo de dar conciertos en los fondines de baja estofa.  Ganaba únicamente para beber licor, para ahora sus penas y olvidar u pasado que le atormentaba brutalmente. Por aquellos lejanos años había pequeños bares donde la pianola, la guitarra o bien la marimbita de  acero hacía más agradable el momento a los parroquianos.  Eduardo en uno de esos lugares laboraba, ejecutando con su violín las más bellas canciones románticas de la época, haciendo estremecer el corazón de los bohemios que allí tomaban alegremente.  – guayo, tócate algo dela viuda alegre  - solicitaban los consumidores, el pago era otra copa repleta que el tomaba para sumirlo más en la desesperación, en el vicio y en la soledad.  Salía despacio, poco a poco, cuando cerraban el negocio y ya no había a quien entretener. Eduardo  vivía en un pequeño cuarto del Callejón de Santa Teresa,  y hacia allí encaminaba sus pasos pensando en alguien que muy lejos estaba, ignorando sus desgracias y desesperación.  Allí platicando con la almohada y llorando como un niño, se quedaba dormido para despertarse al otro día muy temprano y salir nuevamente con el violín bajo el brazo a dar algunas clases de música a hijos de padres acomodados. Guayo se conformaba con pasar frente a la casa donde había vivido María del    Rosario, con ver el viejo balcón, la puerta grande y otras cosas que le parecían familiares; sentía un alivio transitorio y nuevamente su pensamiento volvía lejos, muy lejos, quien sabe a qué regiones distantes.  Un día de tantos  que pasaba frente a la casa vio que la Petronila, la criada de la casa de confianza, salía completamente de luto corriendo hacia la casa de enfrente.  
Eduardo se quedó como paralizado viendo que el movimiento se acrecentaba a cada minuto.  Cuando la criada regresó le preguntó con disimulo qué pasaba – Por Dios Santo, don Guayo – exclamo la Petronila- la niña murió hace 15 días, y hasta hoy supimos la noticia.....  La nueva invadió el raquítico cuerpo y corazón de Eduardo y lo sacudió desde las uñas hasta el cabello: se quedó pensativo a media calle y nuevamente emprendió el camino     rumbo a su cuarto del callejón de Santa Teresa.  De allí no salió hasta tres días después, la tristeza lo agobiaba y una tos constante lo hacia su víctima; caminaba como un autómata por las calles, sin saludar a nadie. Un día de tantos, una mañana lluviosa y gris como su existencia, lo encontraron muerto en el cuartucho del viejo callejón.     Los pocos amigos que tenía, como pudieron reunieron dinero para comprarle un tosco ataúd, meterlo en el mismo y darle cristiana sepultura. Cuando le vieron por última vez antes de introducirlo en la fosa, notaron en su cara una sonrisa de satisfacción, quizás adivinando el próximo encuentro con su amada, a la que ya no volvió a ver desde que se fue para siempre.  Contaban los vecinos, y especialmente la Petronila, que por las noches de luna en el enorme jardín de la casona antigua se escuchaban sus pasos y las notas del violín hacían más notorias cuando el viento soplaba en sentido favorable.

LA TATUANA


Esta leyenda intenta describir las formas en las que la humanidad puede y va a recuperar su libertad. La leyenda es acerca de un árbol de almendras, que se describe como un "árbol sacerdote". Este árbol protege las tradiciones mayas y relata el pasar de los años. El árbol divide su alma en 4 caminos que va encontrando antes de entrar al inframundo, conocido como Xibalbá. Estos cuatro caminos están marcados por diferentes colores: verde, rojo, blanco y negro. 

Cada porción del alma se embarca en un camino diferente en el que cada una enfrentará diversas tentaciones. El camino negro, que en la tradición Maya lleva al inframundo, cambia parte de su alma con el mercader de joyas invaluables, que luego intercambia por la esclava más hermosa. La esclava escapa, y el personaje del árbol, que busca la parte de su alma que le hace falta, eventualmente la encuentra. La Inquisición interviene y los sentencia a muerte. Al final, la hermosa esclava se escapa de la noche a través de la magia de un barco que dibujó en la pared de su prisión. La mañana de su ejecución, lo único que los guardias encuentran en la celda es un viejo árbol de almendras.


En esta leyenda, el almendro principal representa a la civilización Maya-Quiché y la Inquisición representa a un poder extranjero. Esta leyenda enseña que "el alma no está a la merced de las fuerzas externas" y "por lo tanto los humanos siempre encuentran los medios para recuperar su independencia".

EL CARRO DE LA MUERTE

Cuenta la leyenda que el carro de la muerte no era popular únicamente en Guatemala, sino en muchos países más. Esta se trataba de un carro que aparecía durante las noches y anunciaba la muerte de alguna persona. También cuentan que se parqueaba frente a las casas y se llevaba al fallecido.
A continuación un relato de un encuentro con el carro de la muerte en Guatemala:

Después de un largo y arduo día de trabajo en el campo, Mario se dirigía a su casa en la ciudad. Ya casi anochecía y caminaba de prisa. Poco antes de llegar a su casa escuchó el sonido de un carruaje muy cerca, lo que era muy normal en aquella época, pero este sonido era diferente, sintió mucho temor. Corrió y decidió esconderse en el parque, detrás de los árboles.
El sonido del carruaje se escuchaba cada vez más cerca, pero a la vez daba la impresión de que nunca llegaba y la espera se hacía interminable.
Sin darse cuenta, Mario pasó la noche en el parque. De repente, despertó por el frío que sintió y recordó lo ocurrido la noche anterior y en ese momento pensó que temerle a un carruaje había sido algo absurdo. Se levantó y fue a su casa.
Los días pasaron y Mario no podía olvidar lo ocurrido, así que decidió contárselo a un amigo.
Al escucharlo el amigo también le compartió lo que contaba la gente al respecto. “Dicen que por las noches se escuchaba a un carruaje ir a toda velocidad y que iba recogiendo a la gente que moría, era conocido como El Carruaje de la Muerte”. Al finalizar el relato añadió: “Posiblemente todo esto es un invento de la gente, no hay que hacer caso”.
Mario no se quedó tranquilo y junto con su amigo decidieron esperar esa noche, al carruaje y así confirmar si los rumores eran ciertos.
Se encontraban en parque bajo la noche fría y solitaria cuando comenzaron a escuchar el sonido de un carruaje. Poco a poco pudieron verlo, cada vez más cerca. Y en efecto, se trataba de un carruaje negro, tirado por caballos negros y con un conductor vestido completamente de negro.
Igual que la primera vez, el carruaje tardaba en llegar hasta donde ellos se encontraban.
Cuando por fin el carruaje estaba frente a ellos, el conductor los observo fijamente y ambos hombres se desmayaron. A la mañana siguiente, despertaron de frío y desde entonces, tanto Mario como su amigo, se esconden dónde pueden cada vez que escuchan el sonido de un carruaje, sobre todo por las noches.
Cuenta la leyenda que el carro de la muerte no era popular únicamente en Guatemala, sino en muchos países más. Esta se trataba de un carro que aparecía durante las noches y anunciaba la muerte de alguna persona. También cuentan que se parqueaba frente a las casas y se llevaba al fallecido.
A continuación un relato de un encuentro con el carro de la muerte en Guatemala:

Después de un largo y arduo día de trabajo en el campo, Mario se dirigía a su casa en la ciudad. Ya casi anochecía y caminaba de prisa. Poco antes de llegar a su casa escuchó el sonido de un carruaje muy cerca, lo que era muy normal en aquella época, pero este sonido era diferente, sintió mucho temor. Corrió y decidió esconderse en el parque, detrás de los árboles.
El sonido del carruaje se escuchaba cada vez más cerca, pero a la vez daba la impresión de que nunca llegaba y la espera se hacía interminable.
Sin darse cuenta, Mario pasó la noche en el parque. De repente, despertó por el frío que sintió y recordó lo ocurrido la noche anterior y en ese momento pensó que temerle a un carruaje había sido algo absurdo. Se levantó y fue a su casa.
Los días pasaron y Mario no podía olvidar lo ocurrido, así que decidió contárselo a un amigo.
Al escucharlo el amigo también le compartió lo que contaba la gente al respecto. “Dicen que por las noches se escuchaba a un carruaje ir a toda velocidad y que iba recogiendo a la gente que moría, era conocido como El Carruaje de la Muerte”. Al finalizar el relato añadió: “Posiblemente todo esto es un invento de la gente, no hay que hacer caso”.
Mario no se quedó tranquilo y junto con su amigo decidieron esperar esa noche, al carruaje y así confirmar si los rumores eran ciertos.
Se encontraban en parque bajo la noche fría y solitaria cuando comenzaron a escuchar el sonido de un carruaje. Poco a poco pudieron verlo, cada vez más cerca. Y en efecto, se trataba de un carruaje negro, tirado por caballos negros y con un conductor vestido completamente de negro.
Igual que la primera vez, el carruaje tardaba en llegar hasta donde ellos se encontraban.

Cuando por fin el carruaje estaba frente a ellos, el conductor los observo fijamente y ambos hombres se desmayaron. A la mañana siguiente, despertaron de frío y desde entonces, tanto Mario como su amigo, se esconden dónde pueden cada vez que escuchan el sonido de un carruaje, sobre todo por las noches.

jueves, 12 de noviembre de 2015

EL SOMBRERON


Celina tenía los ojos negros y grandes y el pelo largo y ondulado. Todos la admiraban.
Un día, como a las seis de la tarde, aparecieron en la esquina de la casa de Celina cuatro mulas amarradas. Pasaron por allí dos vecinas y una de ellas dijo: "¡Qué raro! ¿No serán las mulas del sombrerón?". "¡Dios nos libre!" dijo la otra, y salieron corriendo.
A esa hora, Celina comenzaba a dormirse porque ya se sentía muy cansada. Entonces comenzó a oir una música muy bonita y una voz muy dulce que decía: "eres palomita blanca como la flor de limón, sino me das tu palabra me moriré de pasión"

Desde ese día, todas las noches, Celina esperaba con alegría esa música que sólo ella escuchaba. Un día no aguantó la curiosidad y se asomó a la ventana y cual siendo la sorpresa, ver a un hombrecillo que calzaba botitas de piel muy brillante con espuelas de oro, que cantaba y bailaba con su guitarra de plata, frente a su ventana.
Desde entonces, Celina no dejó de pensar en aquel hombrecito. Ya no comía, sólo vivía esperando en momento de volverlo a escuchar. Ese hombresito la había embrujado.


Al darse cuenta los vecinos, aconsejaron a los padres de Celina que la llevaran a un convento para poderla salvar, porque ese hombrecito era el "puritito duende". Entonces Celina, fue llevada al convento donde cada día seguía más triste, extrañando las canciones y esa bonita música. Mientras tanto el hombrecito se volvía loco, buscándola por todas partes.
Por fin la bella Celina no soportó la tristeza y murió el día de Santa Cecilisa. Su cuerpo fue llevado a la casa para velarlo. De repente se escuchó un llanto muy triste. Era el sombrerón, que con gran dolor llagaba a cantarle a su amada: "ay...ay... mañana cuando te vayas voy a salir al camino para llevarte el pañuelo de lágrimas y suspiros"
Los que vieron al sombrerón cuentan que gruesas lágrimas rodaban mientras cantaba: "estoy al mal tan hecho que desde aquí mi amor perdí, que el mal me parece bien y el bien es mal para mí". Toda la gente lloraba al ver su sufrimiento. Y cuentan que para el día de Santa Cecilia, siempre se ven las cuatro mulas cerca de la tumba de Celina y se escucha un dulce canto: "corazón de palo santo ramo de limón florido ¿por qué dejas en el olvido a quien te quiera tanto?"
Y es que se cuenta que el sombrerón nunca olvida a las mujeres que ha querido

LA SIGUANABA

Hay varias leyendas de la Segua, siguanaba o siguamota una de ellas cuenta que es una joven muy linda, que persigue a los hombres mujeriegos para castigarlos.

Se aparece de pronto en el camino pidiendo que el 'caballero' la lleve en su a su destino, pues va para algun lugar cercano. Y dicen que ningún hombre se resiste a su ruego.

Pero a medio camino, si va adelante vuelve la cabeza y si va atrás hace que el hombre la vuelva. Entonces aquella hermosa mujer ya no es ella.

Su cara es como la calavera de un caballo, sus ojos echan fuego y enseña unos dientes muy grandes, al mismo tiempo que se sujeta como un fierro a su victima.
Otras leyendas cuentan que son varias. Y no faltan ancianos que aseguren que cuando ellos eran jóvenes atraparon a una. Pero que una vez atrapada y hecha prisionera se les murió de vergüenza. Y que al día siguiente no encontraron el cadáver, sino solamente un montón cáscaras de plátano.





LA LLORONA

La Llorona, la mujer fantasma que recorre las calles de las ciudades en busca de sus hijos.
Cuenta la leyenda que era una mujer de sociedad, joven y bella, que se caso con un hombre mayor, bueno, responsable y cariñoso, que la consentía como una niña, su único defecto... que no tenia fortuna.
Pero el sabiendo que su joven mujer le gustaba alternar en la sociedad y " escalar alturas ", trabajaba sin descanso para poder satisfacer las necesidades económicas de su esposa, la que sintiéndose consentida despilfarraba todo lo que le daba su marido y exigiéndole cada día mas, para poder estar a la altura de sus amigas, las que
 dedicaba tiempo a fiestas y constantes paseos.
Marisa López de Figueroa, tuvo varios hijos estos eran educados por la servidumbre mientras que la madre se dedicaba a cosas triviales. Así pasaron varios años, el matrimonio.
Figueroa López, tuvo cuatro hijos y una vida difícil, por la señora de la casa, que repulsaba el hogar y nunca se ocupo de los hijos. Pasaron los años y el marido enfermó gravemente, al poco tiempo murió, llevándose " la llave de la despensa ", la viuda se quedó sin un centavo, y al frente de sus hijos que le pedían que comer. Por un tiempo la señora de Figueroa comenzó a vender sus muebles. Sus alhajas con lo que la fue pasando.
Pocos eran los recursos que ya le quedaban, y al sentirse inútil para trabajar, y sin un centavo para mantener a sus hijos, lo pensó mucho, pero un día los reunió diciéndoles que los iba a llevar de paseo al río de los pirules. Los niños saltaban de alegría, ya que era la primera vez que su madre los levaba de paseo al campo. Los subió al carruaje y salió de su casa a las voladas, como si trajera gran prisa por llegar. Llegó al río, que entonces era caudaloso, los bajo del carro, que ella misma guiaba y fue aventando uno a uno a los pequeños, que con las manitas le hacían señas de que se estaban ahogando.
Pero ella, tendenciosa y fría , veía como se los iba llevando la corriente, haciendo gorgoritos el agua, hasta quedarse quieta. A sus hijos se los llevo la corriente, en ese momento ya estarían muertos . Como autómata se retiro de el lugar, tomo el carruaje, salió como "alma que lleva el diablo ", pero los remordimientos la hicieron regresar al lugar del crimen. Era inútil las criaturas habían pasado a mejor vida. Cuando se dio cuenta de lo que había hecho, se tiro ella también al río y pronto se pudieron ver cuatro cadáveres de niños y el de una mujer que flotaban en el río.
Dice la leyenda que a partir de esa fecha, a las doce de la noche, la señora Marisa venia de ultratumba a llorar su desgracia: salía del cementerio (en donde les dieron cristiana sepultura) y cruzaba la ciudad en un carruaje, dando alaridos y gritando ¡ Aaaaay mis hijos ¡ ¡ Donde estarán mis hijos ¡ y así hasta llegar al río de los pirules en donde desaparecía. Todas las personas que la veían pasar a medianoche por las calles se santiguaban con reverencia al escuchar sus gemidos y gritos. Juraban que con la luz de la luna veían su carruaje que conducía una dama de negro que con alaridos buscaba a sus hijos.
Las mujeres cerraban las ventanas, y al trasnochador que venia con copas, hasta la borrachera se le quitaba al ver aquel carro que conducía un espectro, donde iba la llorona, del carruaje salían grandes llamaradas y se escuchaba una largo y triste gemido de una mujer, un esqueleto vestido de negro, el que guiaba el carruaje, jalado por caballos briosos. Un día, cuatro amigos, haciéndose los valientes, quisieron seguir al carruaje que corría a gran velocidad por céntrica calle de Aguascalientes que daba al río pirules.
Ellos la seguían, temblando de miedo, pero dándose valor con las copitas, dio un ultimo grito de tristeza y dolor ¡ Aaaay mis hijos ¡ y desapareció con todo y carruaje.

LEYENDAS






Leyendas de Guatemala